"Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo. 2 Corintios 10:3-5 (RVR 1960)
Somos Hijos de Dios y Como tal vivimos bajo el poder, la guía y la dirección del Espíritu Santo que mora en nuestras vidas. Por lo tanto nuestra lucha no es carnal sino espiritual, nuestras armas son poderosas en Dios para destrucción de fortalezas.
Jesús dijo en Hechos 1:8 "Pero, recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra."
En nuestra labor ministerial, al dar a conocer a otros el mensaje de salvación, el evangelio de Jesucristo, nos enfrentaremos a diversas situaciones en las que vamos a necesitar sí o sí ser revestidos del poder del Espíritu Santo.
El enemigo no descansa jamás y utilizará todo lo que tenga a su alcance para detener la evangelización de las personas, es así como el siervo de Dios se enfrenta constantemente a personas de mal carácter, autoridades, gente inconforme y con malas intensiones, personas supuestamente mejor preparadas que nosotros, personas que tergiversan la Palabra de Dios y la acomodan a sus propios intereses, el ateismo, la vana religiosidad, obediencia a mandamientos de hombres como si fuesen divinos, pensamientos contrarios a los mandamientos, estatutos y preceptos de Dios, como por ejemplo: aprobar leyes a favor del aborto, de la ideología de género y del matrimonio igualitario. Estas personas se han declarado enemigos públicos de Dios y de su Palabra y defienden a capa y espada sus argumentos, a tal punto que hay gobiernos que ya han cedido ante sus pretensiones y han firmado leyes a su favor, y lógicamente que ellos esperan que la Iglesia tenga que obedecer, sino tendrá que sufrir todas las consecuencias que se le impongan.
Esas son las fortalezas que debemos destruir, esos son los argumentos que debemos derribar y también traer abajo toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios.
Termina diciendo que todo pensamiento debe ser llevado cautivo a la obediencia a Cristo. Y cuándo se toma cautivos, cuando se ha ganado una batalla o una guerra, éstos se llevan como botines o trofeos de guerra.
La Iglesia debe luchar ante cualquier circunstancia que le sea adversa, debe luchar por defender la verdad y sin desmayar, la verdad de Dios debe vencer por sobre todas las cosas.
Toda persona que se diga ser cristiana, que es parte de la Iglesia de Jesucristo debe defender a toda costa la verdad.
"sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros" 1 Pedro 3:15.
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